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Es cierto, no es ninguna novedad. Has oído hablar de ella una y mil veces. Pero ¿qué tiene de especial? 

Bien, quizá un análisis desde el punto de vista psicológico pueda arrojar un poco de luz sobre lo brillante que es y lo mucho que puede aportarte esta fantástica película, que llevó a Natalie Portman a ganar el Óscar a mejor actriz, entre otras 4 nominaciones que el thriller tenía.

A simple vista parece una trama sencilla: una joven bailarina, Nina, cuyo único deseo y meta es ser protagonista de la famosa obra de “El lago de los cisnes”. 

Sin embargo, de la mano de Portman podremos observar minuciosamente la compleja sintomatología asociada al trastorno de identidad disociativa, un trastorno psicopatológico muy característico en traumas. 

La madre de Nina juega un papel esencial en el desarrollo de la trama (así como lo hacen las principales figuras de apego en nuestras vidas). Sobreprotectora y controladora, por un lado, Érica mantiene a su hija atada a la infancia como si de una persona totalmente dependiente se tratase. Por otro, como bailarina retirada, ésta proyecta en Nina su frustración y deseo de éxito, siendo altamente exigente, demandante e intransigente. El sabotaje que sufre Nina por parte de su madre, propio de ese apego ambivalente, hace que así se comporte también consigo misma: sin compasión. 

cine negro

Sin tener un lugar seguro donde arrojar lo que siente, donde mostrar su malestar, sus miedos, su rabia o aquello que le genera sufrimiento, Nina halla, inconscientemente, otras alternativas para auto-regularse… 

Así, nos iremos introduciendo, sin apenas darnos cuenta, en ese brillante juego metafórico que tan bien plasma las sensaciones de la protagonista: los dos cisnes, el blanco y el negro, y las dos Ninas: una de ellas, obediente, autoexigente, infantilizada, ingenua, frágil y dependiente; la otra, la que encierra todas las emociones a las que ella no puede hacer frente: la rabia, la vergüenza, la frustración, la tristeza, la soledad… Las ha encerrado hasta tal punto que han formado su propia identidad, una totalmente distinta a la propia Nina. 

cisne negro

A medida que la trama avanza, así lo hacen los síntomas: más miedos, más delirios, más despersonalización, más amnesia, más Ninas… El dolor y la rabia encerrados ya resultan desbordantes, el cisne negro cobra más protagonismo, haciendo así que realidad e ilusión se mezclen y confundiendo a su paso al espectador. Porque ¿qué sentirá Nina, si no es confusión?

De este modo, finalmente, pasaremos de observar lo superficial, es decir, las conductas, a entender lo más profundo: sus sentimientos. Y es que lo realmente magnífico de esta obra reside en hacernos ver, sentir y casi palpar el complejo sufrimiento que hay detrás de este (y cualquier) trastorno mental.

 


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