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Los seres humanos somos animales sociales.

El apego, vinculo emocional que nos conecta con el mundo. Al igual que el resto de mamíferos somos una estructura compuesta por una parte genética y otra más social. Pero en nuestro caso la primera es la menos influyente.

Nos conformamos como personas, básicamente, por las relaciones sociales que establecemos con aquello que nos rodea, bien sean nuestros progenitores, hermanos, grupo de pares, etc.

Lazo emocional

Lazo emocional, una atadura, una conexión que creamos, en primer lugar, con nuestros progenitores, madre preferentemente por el vínculo intrauterino, o con nuestro cuidador primario, y a partir de ahí con el resto de las personas de nuestro entorno.

Con esto muestra nuestro sentido de la seguridad, ya que la figura de apego representa una fuente de seguridad y, por ello, el bebé va a buscar la proximidad física con ella.

Diferenciamos cuatro patrones de apego en los niños:

  • Seguro.
  • Inseguro/evitativo.
  • Ansioso/ambivalente resistente.
  • Desorganizado.

Y bien… ahora seguro que muchos se están diciendo “vale genial, cuatro patrones de apego, ¿y ahora qué?”

Obviamente no íbamos a soltar la perlita y quedarnos tan tranquilos.

Decimos que un bebé tiene un apego seguro nos referimos a que este niño siente seguridad y consuelo en presencia de su madre o cuidador primario.

Con respeto al polo opuesto, prácticamente, encontramos a los niños con un apego inseguro, evitativo. Aquí los niños no se sienten seguros en presencia de su figura de apego, lo que se refleja en tanto que cuando esta no está presente el niño permanece tranquilo, como si ni se inmutase de dicha ausencia.

Por otra parte, los bebés que presentan un apego más de tipo ansioso, ambivalente resistente, sí que requieren y buscan la interacción con la madre, pero no terminan de fiarse de ella.

Sienten que en cualquier momento la madre puede marcharse y dejarles ahí.

Tienen, por tanto, ansiedad de separación, de abandono. Al igual que los niños con un apego de tipo seguro, sienten gran distrés cuando la figura de apego se ausenta, pero en este caso no se calma con el retorno de la misma.

Nos encontramos con una hiperactivación del sistema de apego.

Finalmente, el apego desorganizado se refleja en niños que no tienen un patrón de apego fijo. Estos bebés, probablemente, muestren conductas bizarras, como podría ser requerir la presencia de la figura de apego mostrando gran distrés durante su ausencia.

Para concluir, el apego es un vínculo emocional que establecemos y nos aporta sentido de seguridad. Ya de recién nacidos se crea este lazo con nuestra figura de atención primaria, lo que nos permite desarrollar el sentido de confianza, consuelo y seguridad.  

 

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