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Es indiscutible que el aprendizaje y rendimiento académico de los niños y adolescentes, son aspectos sumamente complejos en los que intervienen multitud de variables y factores tanto intrínsecos como extrínsecos referentes a ellos y a su entorno (Martínez, 2009; Valdés, Urías, Tapia y Carlos, 2009).  En este post, vamos a hablar concretamente sobre cómo afecta la inteligencia emocional a dicho rendimiento.

La inteligencia emocional (IE) es “la capacidad para procesar la información emocional con exactitud y eficacia, incluyéndose la capacidad para percibir, asimilar, comprender y regular las emociones” (Mayer, Salovey y Caruso, 2000). Esta capacidad unifica las emociones y el razonamiento, permitiendo utilizar nuestras emociones para facilitar un razonamiento más efectivo y pensar de forma más inteligente sobre nuestra vida emocional, logrando resolver mejor los problemas y adaptarse eficazmente al medio (Mayer y Salovey, 1997; Berrocal y Pacheco, 2005). 

Por lo tanto, la IE se considera un sistema inteligente y como tal, forma parte de otras inteligencias tradicionales y bien establecidas, especialmente la inteligencia verbal, por su vínculo con la expresión y comprensión de los sentimientos (Mayer, Caruso y Salovey, 1999). Lo cual explica cómo la tensión emocional prolongada puede obstaculizar las facultades intelectuales y dificultar así la capacidad de aprendizaje, sin necesidad de que dichos déficits se reflejen en aquellas pruebas que evalúan las distintas aptitudes que conforman la inteligencia, o aquellas que miden el cociente intelectual (CI) (Goleman, 2012).

Concretamente, investigaciones más recientes han determinado que una falta de IE podría desencadenar la aparición de problemas entre los estudiantes, como déficit en los niveles de bienestar y ajuste psicológico, una disminución en la cantidad y calidad de las relaciones interpersonales, un descenso en el rendimiento académico y por último, la aparición de conductas disruptivas y consumo de sustancias adictivas (Ciarrochi, Chan y Bajgar, 2001; Fernández-Berrocal, Extremera y Ramos, 2003; Liau, Liau, Teoh y Liau, 2003; Trinidad y Johnson, 2002; Extremera y Fernández-Berrocal, 2004). 

En definitiva, son varios los beneficios asociados a la IE, y los prejuicios relacionados con déficits en la misma. Por ello ante el fracaso escolar o bajo rendimiento académico, es importante preguntarnos: ¿Qué le pasa al niño/adolescente? ¿Se encuentra en una situación estresante? ¿Algo le genera tristeza, angustia, frustración o enfado? ¿Cómo gestiona este tipo de emociones? ¿Con qué recursos cuenta para ello?

Obtener respuesta a estas preguntas es imprescindible, dado que, como hemos visto en este artículo, no solo las funciones cognitivas corticales (memoria, atención, lenguaje, funciones ejecutivas…), interfieren en el proceso de aprendizaje, si no todos los sistemas emocionales y subcorticales que conforman nuestro cerebro y que se encuentran especialmente conectados entre sí. 

 

Referencias

Berrocal, P. F., y Pacheco, N. E. (2005). La Inteligencia Emocional y la educación de las emociones desde el Modelo de Mayer y Salovey. Revista Interuniversitaria de Formación del profesorado, 19(3), 63-93. 
Goleman, Daniel (2001) Inteligencia Emocional. Editorial Kairós. 
Martínez Ortega, R. M., Tuya Pendás, L. C., Martínez Ortega, M., Pérez Abreu, A., y Cánovas, A. M. (2009). El coeficiente de correlación de los rangos de Spearman caracterización. Revista Habanera de Ciencias Médicas, 8(2). 
Valdés, A., Urías, M., Carlos, E., & Tapia, C. (2009). El docente y la calidad educativa. Apuntes y aportaciones de proyectos e investigaciones en educación, 165-174.
Mayer, J. D., & Salovey, P. (2007). Mayer-Salovery-Caruso emotional intelligence test. Toronto: Multi-Health Systems Incorporated.
Mayer, J. D., & Salovey, P. (1997). What is emotional intelligence. Emotional development and emotional intelligence: Educational implications3, 31.
Mayer, J. D., Caruso, D. R., & Salovey, P. (1999). Emotional intelligence meets traditional standards for an intelligence. Intelligence27(4), 267-298.
Ciarrochi, J., Chan, A. Y., & Bajgar, J. (2001). Measuring emotional intelligence in adolescents. Personality and individual differences31(7), 1105-1119.
Fernández-Berrocal, P., Extremera, N., & Ramos, N. (2003). Inteligencia emocional y depresión. Encuentros en psicología social1(5), 251-254.
Liau, A. K., Liau, A. W., Teoh, G. B., & Liau, M. T. (2003). The Case for Emotional Literacy: the influence of emotional intelligence on problem behaviours in Malaysian secondary school students. Journal of Moral Education32(1), 51-66.
Extremera, N., & Fernández-Berrocal, P. (2004). La importancia de desarrollar la inteligencia emocional en el profesorado. Revista iberoamericana de educación33(8), 1-9.


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